UNA DECISIÓN GENEROSA. EL DONANTE DE STEPHANIE MORENO ERA UN HOMBRE DE 40 AÑOS DE EDAD QUE MURIÓ AL CAER DE UNA AZOTEA
Un corazón en estado normal tiene entre 60 y 100 latidos por minuto, pero un corazón diagnosticado con miocardiopatía dilatada, genera entre 20 y 35 latidos por minuto.Este es el caso de Stephanie Moreno, una joven que esperó tres años para obtener un nuevo corazón y con él una segunda oportunidad para vivir.Luego de haber dado a luz a su tercer hijo con tan solo 19 años, Stephanie fue diagnosticada con miocardiopatía dilatada, una enfermedad que la hacía padecer de anemia, desmayos, líquido retenido en el abdomen e hinchazón en el vientre. Además de estos síntomas, se sentía agotada cuando intentaba realizar acciones tan cotidianas como cepillarse los dientes.
La única opción disponible para salvar su vida era efectuarle un trasplante de corazón, una cirugía que nunca se había hecho anteriormente en el país. Esta posibilidad era considerada por la joven madre como “un sueño vano que no valía la pena imaginar”, debido a que ella no tenía la capacidad monetaria de viajar al extranjero para someterse a la cirugía.Tuvo que esperar tres años hasta que sus médicos de cabecera regresaran de España, donde estudiaban una maestría, para ver si era posible efectuar la operación que necesitaba.
Durante estos tres años, la joven madre se vio obligada a entregar la tutoría de sus hijos a familiares y vecinos porque no podía ocuparse de su crianza.Eran las 11:00 de la noche cuando Stephanie se encontraba en una campaña de oración “pidiéndole a Dios por mi sanación”; cuando su teléfono sonó y recibió la llamada del hospital Plaza de la Salud, donde le dijeron “por fin, ya te tenemos un corazón”.Inmediatamente y sin importarle lo tarde de la hora, Stephanie se despidió de sus hijos, quienes estaban con ella compartiendo el fin de semana, y emprendió su camino hacia lo que parecía ser un nuevo comienzo.
Esa noche, al llegar al hospital, la familia de Stephanie y los parientes del donante se encontraron en la sala de espera que declararía la muerte de uno y salvaría la vida del otro.El grupo de personas lloraba de tristeza por la pérdida del hombre fallecido, pero a la vez estaban felices por el nuevo comienzo que tendría la joven. Los familiares y doctores allí presentes se sorprendieron al ver la alegría en el rostro de la que horas después sería una mujer trasplantada.